El hombre en su paso por la vida, tiene la vivencia de la muerte en otras personas en espera de la suya y es tan cruel como cierta la idea de que en algún momento quien estará en ese féretro seremos nosotros en nuestra última partida.
La muerte nos conmueve y nos hace reflexionar, sobre la fragilidad de la condición humana y lo efímero de la vida, existir es solo un soplo que se exhala y ya no está. Un proyecto que siempre estará incompleto y con la necesidad de más tiempo. Porque de esto se trata, de nacer con todo el trauma que eso significa, vivir una existencia de tiempo determinada y morir en un retorno a nuestro principio devolviendo a la naturaleza cuantos átomos le hayamos tomado.
Morir, cruel realidad de dejar de existir, terminar biológicamente con la existencia, concluir nuestro paso por la tierra, y seguir… ¿hacia dónde?
Esa es la primera pregunta sin respuesta tangible desde la razón, ¿Hacia dónde vamos después de la muerte?, nuestro paso dijimos es finito, entonces queda preguntarnos, ¿qué sucede después que cesa la vida?, ¿Hay algo después de la muerte?, ¿Hay alguna prueba fehaciente o al menos un indicio concreto de que después de la muerte el hombre trasciende de algún modo a otro plano o al más allá?
Sin caer en fe dogmática, ¿es posible contemplar alguna otra forma de vida después de la muerte?, lo concreto es que he visto morir muchas veces y he visto como acaba el existir, he sentido en mi mano la mano de un moribundo aferrándose en vano a una vida que se extinguía en forma inexorable, he padecido como hombre el perder por la muerte afectos muy cercanos. Tan cercanos que uno siente que la propia vida se escapa del mundo, que el alma herida se desgarra y el dolor de la herida amortigua la más íntima percepción de nuestro ser.
La muerte angustia, la muerte da temor, la muerte sabemos y de eso es la única certeza que tenemos…, llega.
Que hay después, no lo sé, ahí entramos al mundo de las suposiciones y un análisis propio de la mente del hombre, tal vez con su mejor herramienta, la razón.
Quizás el único indicio cierto que encuentro de que hay un “algo más” después de la muerte, sea la capacidad de razonar y la conciencia del ser, que sabemos puede escudriñar en lo más profundo del ser humano. Ese “Ser” que somos, nace con nosotros y proviene del centro más profundo de la energía creadora (llamémosle Dios); lo recibimos de ÉL y a ÉL se lo devolvemos cuando retornamos. Tal vez la única pregunta cierta de la vida sea, ¿qué hago yo con el tiempo que llevo en mi ese trozo de divinidad?, ¿Qué hago en el mundo de los sentidos con esa porción de la luminosa deidad dentro de mi «ser»?
Eso debería ser por razonamiento lógico el alma, esa porción de luz universal que proviene de la misma fuente de energía creadora del que hizo todas las cosas y que hacemos brillar en nuestro paso por la existencia humana y devolvemos al retornar a ese principio después de la muerte.
La materia es universo tangible y como tal no se crea ni de pierde, solo se transforma y retorna al sin fin de reacciones químicas universales.
La muerte echa por tierra cualquier principio del mundo de las certezas, solo podemos razonar sobre ciertas hipótesis ideales donde la lógica y la deducción, ambas y unidas, sean el fundamento más cercano sobre el que se apoye la razón.
INACO