«Hace falta una vida para aprender a vivir»
Séneca

La vida empieza un día casi sin pensarlo, en un acto se sublime redención y teúrgia del universo millones de procesos químicos se desatan y los cromosomas (esa sucesión de aminoácidos y bases), se desdoblan, duplican y reconstruyen en forma secuencial y ordenada, dando como resultado… la vida.

La vida brota del universo como una explosión de colores en un arco iris y en esa encantadora pradera de asombrosa alquimia, aparece el hombre, un ser biológico dotado de conciencia y alma.
Una caja biológica de características fascinantes cuasi mágicas que contiene un esotérico sentido de alma y conciencia de su propio ser y del medio que lo rodea. Así el hombre adquiere la vida, pero aprender a vivir y desarrollarse como ser humano y comprender la senda sobre la que camina, es otra cosa.
¿Cuánto tiempo le lleva al hombre comprender la vida?, ¿Cuánto comprender el sentido de su existencia?, ¿ O dilucidar la razón de su paso por la vida?.

En palabras de Séneca…, «Hace falta una vida para aprender a vivir» y para cuando empecemos a entender la vida…, ya nos toca partir hacia algo aún mas desconocido y menos comprendido, la muerte.
Comprender que cada segundo de vida es un segundo menos de existencia, asumir que un vaso de agua bebido no se volverá a beber, un momento pasado, no se volverá a repetir y hasta la misma acción que acabas de hacer…, ya es pasado y no volverá.
Vivir es pasado si solo miramos hacia atrás (el solo hecho de haber vivido el último minuto hace que ese minuto ya sea pasado), y no es lo mismo persistir y respirar que vivir el tiempo biológico. Vivir es un momento de acción e interrelación con el universo, un tiempo muy corto en la vida del universo, pero que nos posibilita tomar la dimensión del tiempo-espacio en el que vivimos. Nuestra acción y el no perder ese tiempo nos hará merecedor o no de la impronta que indefectiblemente dejaremos.
Comparando el tiempo del Universo con el tiempo de vida de un humano, la vida del hombre no alcanza a ser un grano de arena diminuto en el medio mar. Nuestra vida es menos que un soplo que hoy está y mañana es solo un recuerdo, corta, finita.

El hombre solo puede mediante su acción directa hacer que cada minuto de vida valga la pena atesorarla y eso lo consigue con algunas herramientas, el amor, la fe, la lealtad, la verdad, el perdón, la humildad, la justicia, la templanza, la tolerancia, la caridad, etc…
Todas virtudes que harán del hombre un ser trascendente, todos valores que harán de la vida un esbozo de eternidad. De lo contrario la sombra que proyectamos en este mundo irá a contramano de la vida y la contrariedad irá poco a poco apagando nuestro existir. Vivir es acción positiva que tiende a la sublimación y la trascendencia humana.
EMRYS
